La solidaridad es más que una fecha en el calendario; es un compromiso diario que transforma vidas. Así lo destaca Liliana Cortés, directora social del Hogar de Cristo, en su columna, donde reflexiona sobre el legado de San Alberto Hurtado y el verdadero significado de este valor.
La autora nos invita a ver la solidaridad como un acto de justicia social, una deuda pendiente con los más vulnerables, tal como lo expresaba Gabriela Mistral. La columna resalta que la entrega y el compromiso se manifiestan en acciones concretas, como la reciente entrega de la Hospedería Mixta del Hogar de Cristo en Puerto Aysén al municipio local. Un gesto de valentía y coherencia que nos insta a actuar donde otros prefieren no hacerlo.
El artículo subraya que el espíritu solidario está presente en cada rincón del país, desde los comedores populares hasta las calles más invisibles, dando vida a un legado que impacta a más de 40 mil personas anualmente a través del Hogar de Cristo. La verdadera fuerza de este valor radica en gestos cotidianos que, en conjunto, tienen un impacto profundo y transformador.
Al final, Liliana Cortés nos deja una poderosa pregunta: ¿qué estamos dispuestos a hacer hoy para que la solidaridad se convierta en un milagro cotidiano? Una llamada a la acción para construir un país más justo y humano, donde la dignidad sea un derecho para todos.