
Septiembre es un mes de celebración en Chile, lleno de alegría y reuniones familiares. Sin embargo, detrás de los festejos, se esconde una realidad que no podemos ignorar: la salud mental. Este mes, el 10 de septiembre marca el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, un momento para visibilizar y abordar este desafío de salud pública que afecta a nuestra comunidad.
La prevención no es un problema individual; es una tarea colectiva. Debemos dejar de lado la idea de que pedir ayuda es un signo de debilidad. Es vital mirar a nuestro alrededor y prestar atención a aquellos que más lo necesitan: jóvenes, adultos mayores y personas con condiciones de salud mental que, a menudo, carecen de redes de apoyo o acceso a la atención necesaria.
Un enfoque multifactorial y urgente
Para enfrentar esta problemática, es fundamental un enfoque que abarque la educación emocional, fortalezca las redes comunitarias y garantice políticas públicas que aseguren un acceso oportuno a la atención especializada. La desigualdad, la discriminación y la precariedad laboral son factores que aumentan el riesgo de suicidio. Abordarlos desde la comunidad es una tarea urgente y compartida.
La salud mental no debe ser un privilegio, sino un derecho para todos. Es nuestro deber crear espacios de diálogo seguros donde las personas puedan expresarse sin temor a la vergüenza o la estigmatización.
Por Daniela Estobar Alvarado, Académica de la Escuela de Terapia Ocupacional, Universidad Andrés Bello.