De acuerdo con las cifras más recientes de Unicef, un 56,9% de los niños y niñas entre los 5 y 12 años son víctimas de agresiones psicológicas en su crianza, principalmente por parte de sus cuidadores.
Según datos de la misma institución publicados en 2020, un 43% de niños, niñas y adolescentes menores de 15 han sufrido maltrato físico. Más grave aún, diversas organizaciones, incluida Red de Sobrevivientes Chile, denunciaron en 2023 que cada día, en Chile, unos 50 a 75 niños y niñas sufren abusos sexuales. A esto se suman otros tipos de violencia, como la delincuencia, que ha terminado con la vida de menores de edad y afecta a toda nuestra sociedad.
Carmen Vera, coordinadora académica de Trabajo Social de IACC, explica que a nivel nacional:
«Hay una deuda con los niños y niñas, sobre todo en políticas que garanticen su seguridad. Pero si vamos a lo particular, a lo más cercano, a sus familias, generalmente los casos de maltrato y abusos se pueden dar por parte de cuidadores o cuidadoras que estarían repitiendo algunos patrones de su infancia. Muchos de estos padres, por haber vivido situaciones de abusos o maltrato han generado negligencias”.
¿De qué forma podemos terminar con estos patrones nocivos?
«Primero que todo debemos entender que niños y niñas son sujetos de derecho, que tienen un
proceso de maduración debido al cual un maltrato físico y psicológico, sobre todo reiterado, afecta
en su desarrollo cerebral, en su crecimiento individual y social», sostuvo Carmen Vera quien explicó además, que esto no solo es a través de violencia física, sino también psicológica,
«donde también hay manifestaciones como insultos o gritos, y a final de cuentas se va generar baja autoestima, ansiedad, problemas para estar en el colegio, entre otras consecuencias que los acompañarán durante toda su vida».
En este sentido, la especialista explicó que «las condiciones biopsicosociales de un niño maltratado
no son iguales a la de un pequeño que no ha sido tratado con violencia. La labor de los cuidadores
es protegerlos, acompañarlos, guiarlos y nuestra labor como sociedad es apoyar en las crianzas
para evitar que estas acciones se realicen, tanto fiscalizando como apoyando en la salud mental de
madres y padres, que muchas veces también requieren de una intervención».
«Si noto que estoy gritando mucho, golpeando a mi hijo o hija, si no puedo controlarme, es muy
importante pedir ayuda. Cuando nuestros pequeños están reaccionando violentamente es porque
la familia necesitaría apoyo de un equipo profesional», finalizó.